divendres, 2 de novembre del 2012

A tientas






La habitación pareció empaparse de nuevo con sus cuerpos.
A oscuras, el silencio evidenciaba aún más el ritmo acelerado de su respiración, suspendida cada vez que oía retumbar un trueno a lo lejos o que él se acercaba a un centímetro de su boca sin llegar a besarla.
Unos segundos después, su corazón latía con más fuerza y sus mejillas se ruborizaban.
Incapaz de lidiar con el deseo de morderle los labios, ella retrocedió hasta llegar a la ventana y, rendida a su mirada, se dio la vuelta.
Quería recorrer sin piedad sus ganas, su olor. Quería poseerlo. Aunque sabía de sobras que ceñirse a las reglas del juego le permitiría viajar a un estado de excitación descomunal.
Justo en aquel momento, él se acercó y le quitó la ropa, rozándola, casi sin querer, con la yema de los dedos.
La muchacha deslizó su mano por el cristal acompañando la trayectoria de esas gotas que resbalaban sin prisa al otro lado, mientras él dibujaba en su espalda desnuda pequeños temporales que erizaban su piel. Fuera, la lluvia seguía observando cómo su aliento la estremecía lentamente.





Novembre 2012