dilluns, 19 de maig del 2014

Frágiles


Amanda lleva toda la mañana ahí sentada, como de costumbre, observando los aviones pasar.
Desde el balcón de su humilde piso echa de menos no poder regalar una mueca de complicidad a alguno de esos misteriosos viajeros que encajan su vida en una maleta de 50x40x20cm. 
Por eso durante unas horas y, casi por arte de magia, se traslada a países y destinos donde nunca ha estado antes  pero en los que se siente como en casa y, de vez en cuando, regresa con algún souvenir que sin duda dejará en herencia a esa niña que en el parque juega a pintar cuadros sobre la arena.
Otras veces se limita a ocupar uno de esos asientos que han quedado libres después de que algún pasajero despistado haya perdido el vuelo y, si alguien le da pie, detalla paso a paso y con entusiasmo cómo cocinar sus recetas más sabrosas. Aún así, lo que más le gusta a Amanda es captar con delicadeza la expresión del rostro, el respirar y palpitar de quien duerme plácidamente a su lado al mismo tiempo que el avión traza dibujos inconexos en el aire.

De repente, el calorcito del sol la devuelve sin jet lag al vaivén de la mecedora y, acto seguido, nota el revuelo de unas cuantas hojas secas posarse en su regazo. Pasa largo rato con la mirada clavada en esos pedacitos de naturaleza muerta y, tras un arrebato de incomprensible ternura, empieza a limar sus asperezas acariciándolas entre los dedos.

Ramón la saluda desde el otro lado de la calle con un gesto ya habitual en él. Con aires de pícaro galán se saca la boina desgastada por los años y pronuncia unas palabras que ella no llega a entender. Si se acordara de ponerse la dentadura en vez de la boina… quizás los halagos llegarían a lo alto de este hermético corazón…  se dice ella! Y sin malicia pero sin poder contener la risa estalla en pequeñas carcajadas por cada intento fallido de Ramón al tratar de seducirla.

No muy lejos se escucha cantar a María por encima del volumen del transistor mientras prepara el sofrito de la comida  y los niños corretean endiablados por el comedor. Al final romperéis alguna cosa y os las tendréis que ver con vuestro padre cuando llegue del trabajo… les repite cuando no tararea el estribillo de la canción.

Y así, sin más, transcurren los días y las semanas en el balcón, con la mecedora, los aviones, la niña del parque, Ramón, María y los críos, el butanero, el afilador, el cartero, que siempre llama más de dos veces por eso de que… la gente mayor… ya se sabe…  "sordea" de una oreja y de la otra también…

Y así, sin más, hoy Amanda siente un vacío, se siente frágil como ese revuelo de hojas secas posado en su regazo y desea que, en un arrebato de incomprensible ternura, éstas empiecen a limarle sus asperezas acariciándola entre sus dedos.

divendres, 18 d’abril del 2014

De nit














Fa olor a mullat.
Els carrers perden les passes
en aquell laberint d’intencions
que els dos van traçar premeditadament.

Les hores s’escolen
i ells obliden el tacte i la identitat,
però entre les quatre parets
i amb les persianes baixades
despullen lentament tants secrets
per explicar.
Mentrestant, a fora,
els fanals i les ombres dels arbres
ballen compassadament.

A tres metres, el rètol que un dia va il·luminar el seu encontre
i que ara desdibuixa el rostre de dos desconeguts
que ofeguen amb l’última copa
les ganes de riure,
de saber-se
i de fer l’amor.

Temen a tort i a dret que es faci de dia,
que la nit no els vingui a buscar mai més,
però amb els dits freds i els peus nus
recorren les places
acaronant, novament, la intimitat
que els va fer perdre el seny.
Van aprendre a estimar-se en silenci,
sempre a les fosques,
en els racons més inhòspits de la ciutat.
Ara ja mai salten les lloses de dues en dues
per por a caure en l’abisme, per por a que es faci de dia.


De noche

Huele a mojado.
Las calles pierden los pasos
en aquel laberinto de intenciones
que los dos trazaron premeditadamente.

Las horas pasan
y ellos olvidan el tacto y la identidad,
pero entre las cuatro paredes
y con las persianas bajadas
desnudan lentamente tantos secretos
por contar.
Mientras tanto, afuera,
las farolas y las sombras de los árboles
bailan acompasadamente.

A tres metros, el letrero que un día iluminó su encuentro
y que ahora desdibuja el rostro de dos desconocidos
que ahogan con la última copa
las ganas de reír,
de saberse,
de hacer el amor.

Temen sin razón que amanezca,
que la noche no los venga a buscar nunca más,
pero con los dedos fríos y los pies desnudos
recorren las plazas
acariciando, de nuevo, la intimidad
que les hizo perder el juicio.
Aprendieron a amarse en silencio,
siempre a oscuras,
en los rincones más inhóspitos de la ciudad.
Ahora ya nunca saltan las baldosas de dos en dos
por miedo a caer en el abismo, por miedo a que amanezca.



divendres, 31 de gener del 2014

Despedides



Marxen,
amb les butxaques farcides de desencants
i amb el regust amarg d'una decadència
que put entre els dits.

La terra promesa segueix sent terra de ningú,

una ferida oberta 
i l'esperança d'aquells que un dia van arribar,
d'aquells que avui marxen.

Tanques, murs sangonosos i paper mullat.

Un nou recel creix,
però a tot arreu les llars fan olor de menjar,
els somriures s'encomanen,
les pors sacsegen,
les carícies es regalen,
els orgasmes explosionen
i les il·lusions segueixen bategant aferrissadament.

Facturen records a un preu desorbitat

i en l'equipatge de mà
porten tot allò que no volen perdre.


Despedidas


Se van,

con los bolsillos llenos de decepciones
y con el sabor amargo de una decadencia
que apesta entre los dedos.

La tierra prometida sigue siendo tierra de nadie,

una herida abierta 
y la esperanza de aquellos que un día llegaron,
de aquellos que hoy se marchan.


Verjas, muros ensangrentados y papel mojado.
Un nuevo recelo crece,
pero en todas partes los hogares huelen a comida,
las sonrisas se contagian,
los miedos sacuden,
las caricias se regalan,
los orgasmos explosionan
y las ilusiones siguen palpitando con intensidad.

Facturan recuerdos a un precio desorbitado

y en el equipaje de mano
llevan todo aquello que no quieren perder.