dilluns, 4 de febrer del 2013

Le bal



Su expresión consiguió atrapar todos y cada uno de sus alientos. Jugaba. Jugaba a acariciar el espacio y esos silenciosos latidos que suspendía en el aire. Empezó a dar vueltas mientras el tiempo renunciaba a alcanzarla y, en un compás de poética belleza, sus brazos comenzaron a bailar. Andó, corrió, saltó, trepó a través de cada uno de los poros de su piel y, con profunda serenidad, compartió ese momento. Su mirada atravesó el límite. Sus manos se deslizaron por las ruedas de la silla, cogió impulso y voló, voló de nuevo. 
Poco a poco la música fue enmudeciendo y ella, con una sinuosidad extrema, siguió danzando para inmortalizar esa felicidad, para preservar la ternura con que había ejecutado cada gesto.

En sus miradas… quedaría grabada, para siempre, la sinceridad de su cuerpo.

A Rita